caty Arroyo

En su sentido más amplio la palabra ICONO que procede del griego “EIKON”, significa imagen. Sin embargo en el arte bizantino, icono equivale a imagen sagrada o asunto sagrado, pintado sobre tabla con una técnica determinada y un estilo muy concreto.

Varias son las hipótesis que se han aventurado sobre el origen del icono de culto.

El arte bizantino, antes de concretarse en un estilo propio en el siglo VI, fue una síntesis de los elementos artísticos helénicos y orientales que predominaban en los imperios Romano y Persa, cuyas características eran la severidad de líneas y la figuración plana. Los primitivos iconos cristianos que se conocen, los sinaíticos, tanto por su técnica como por su relación con Egipto, se hallan emparentados estrechamente con los antiguos y abundantes medallones hallados en El Fayum (Egipto), que se colocaban en los sarcófagos sobre el rostro de la momia con el objeto de perpetuar su recuerdo, clasificado luego “arte funerario (copto) del antiguo Egipto”.

Estos retratos se hacían sobre tablillas de madera que estaban pintadas con colores diluidos en cera, o sea, a la encaústica.

Bastante generalizada es también la opinión de que el icono de culto deriva del “lauraton” imperial, o sea, del panel retrato del Emperador, que en forma de disco o medallón se exhibía por doquier y en especial se exponía en las manifestaciones imperiales e incluso era venerado como si fuera la “presencia” del Emperador en persona.

Por tanto el icono, en su origen, fue el simple recuerdo de una persona, que por su testimonio de vida cristiana era merecedora de recuerdo.

A partir del siglo VI, el icono no es la técnica ni la representación. Su verdadera esencia es la presencia de lo sagrado. La imagen recibe así un carácter abstracto que traspasa la realidad, se convierte en un conjunto de signos emitidos por ella. El icono se vuelve testimonio.En este siglo la Iglesia aprobó la veneración de los iconos, que para los creyentes, tomaron entonces un lugar importante en las iglesias y en la vida privada. Desde entonces, el motivo de las representaciones iconográficas en la liturgia ortodoxa es la de constituirse como intermediarios entre los creyentes y Dios. Por esta causa, afirma el VII Concilio Ecuménico que del pintor de iconos, solo depende el aspecto técnico de la obra, mientras que todo su plano, la disposición y la composición pertenecen y dependen de forma muy evidente a los Santos Padres.

En la pintura de iconos no interesan demasiado la anatomía y las proporciones del cuerpo humano. Lo que importa del icono es su espiritualidad, manifestada en los rostros bronceados de ojos grandes, frente ancha y alta, para acentuar el pensamiento contemplativo. El icono es una imagen pintada a témpera con pigmentos de colores naturales, molidos y mezclados con yema de huevo sobre la superficie de una tabla de madera, recubierta de un fondo de yeso diluido con cola. Sus materiales hacen que en su creación participen los distintos elementos del mundo visible. La madera representa el reino vegetal, la cola y el huevo al animal los pigmentos de color y el yeso al mineral.

Cuando esta tabla está terminada y dorada con pan de oro, se pinta a base de líneas y colores una escena o personaje de las Sagradas Escrituras, toda imagen representada sobre este fondo de oro, queda aislada de lo terrenal, y la eleva al mundo espiritual, centrando al que lo contempla solo en la imagen representada.

Los colores guardan una jerarquía simbólica: rojos y púrpuras para la divinidad, verdes y azules para la humanidad, ocres para lo terrenal. El color de los colores es el oro, simboliza la luz, el centro de la vida divina.

El icono muestra un mundo indiferente a la experiencia de las visiones ópticas de la naturaleza material. Las proporciones reales entre los seres y las cosas no existen. El icono ignora las tres dimensiones. La perspectiva utilizada en occidente está formada por un punto o puntos de fuga, dentro del cuadro en la línea del horizonte. Esto da la sensación de profundidad: el espectador se introduce en el cuadro.

El icono utiliza la perspectiva invertida: punto o puntos de fuga fuera del cuadro, provocando que la imagen salga en busca del que la observa. Todo esto, son cánones fijados por la Iglesia tras la iconoclastia del siglo IX y marcan la tradición. Por esto podemos observar en iconos de muy diferentes épocas y escuelas la poca variedad que hay en su composición, estructura y forma.

Procedimiento pictórico del icono:

El soporte: En el icono normalmente se emplea la madera como soporte. Se utiliza el cedro, el aliso, el tilo y el pino.

El aparejo: Es una preparación de cola de conejo con yeso blanco de doradores [1].

El dibujo: Una vez lijado el yeso se pasa el dibujo a la tabla [2].

El dorado: Se pone bol de Armenia sobre la superficie que queramos dorar, marcos, coronas, fondos. Una vez seco el bol ponemos el pan de oro [3].

La pintura: El temple de huevo es la pintura que se utiliza en los iconos. Se obtiene mezclando tres elementos: pigmentos naturales (minerales u orgánicos), yema de huevo como diluente y agua como disolvente [4].

Para terminar la obra tenemos que protegerla con barniz.